Cuando uno suele recordar algún lugar que visitó en su infancia, lo primero que se le viene a la mente son comidas, juegos, familia y algún que otro souvenir que sigue estando en el mueble de nuestros papás o abuelos.
Cuando nos ponemos a pensar en lugares de nuestra juventud, como el viaje de egresados, o las vacaciones con amigos, con familiares, también lo primero que nos irrumpe son las sensaciones vividas. Esos momentos que sabíamos que pocas veces se iban a volver a repetir.
Un viaje, implica no sólo valijas, pasajes, excursiones y guías turísticos. Sino también experiencias nuevas, culturas para descubrir, contacto con gente de otro lenguaje, de otras costumbres.
Y por qué no, nos redescubrirnos como personas más abiertas, más receptivas, más relajadas, más sociables, aventureras y con muchas más energía de la que creíamos.

Fue conocer personas con distintas profesiones, pero unidas en un mismo sentimiento de crecer en nuestro camino y aportar a nuestro trabajo valor.
No sólo era lo imponente de su naturaleza, que te acompaña en todas sus direcciones, fue compartir experiencias y crear nuevas... después de todo, es de lo que aprendimos en el Congreso de Marketing Turístico, de crear experiencias.